En crisis permanente

Las ventas de automóviles han caído con estrépito en julio. Durante el mes pasado se vendieron en España 82.167 turismos, el 24,1% menos que en julio de 2009. Las alarmas ya han sonado; los fabricantes y concesionarios auguran un año negro para el automóvil (a pesar de que en los siete primeros meses de 2010 se han vendido casi un 27% más de coches que en el mismo periodo de 2009), aseguran que las redes de ventas pueden perder 10.000 empleos si continúa el colapso de las ventas y, con cierto dramatismo, reclaman al Gobierno soluciones para evitar la crisis del mercado, entre las que se incluye, en lugar muy destacado, la supresión del impuesto de matriculación.
Las ventas de automóviles son un indicador bastante fiable de la situación de la economía de un país, en particular de la solidez de la demanda de bienes de consumo duraderos. El hundimiento de las ventas en junio se atribuye a la confluencia de dos efectos negativos: en julio dejó de operar el plan de estímulo del Gobierno para la compra de automóviles (Plan 2000E) y, por añadidura, el IVA que se aplica a las compras de automóviles subió en dos puntos. Fabricantes y concesionarios interpretan que si esas son las razones de la caída de ventas, lo lógico sería mantener los incentivos públicos y reducir la presión fiscal sobre el automóvil.
Pero la causa real del descenso de las matriculaciones es la debilidad de la demanda de consumo. Los compradores potenciales aplazan su decisión de compra a la espera de aumentar sus ingresos o de que mejoren sus expectativas salariales. En el fondo, lo que proponen las asociaciones empresariales del mercado automovilístico es mantener sine díe la respiración asistida del mercado, a sabiendas de que la verdadera corrección no procede de las ayudas del Gobierno, sino de la recuperación de la actividad económica y el empleo.

Pero el Gobierno considera que no es factible prolongar los apoyos públicos mientras dure la crisis. Porque los recursos públicos no son suficientes, el sector debe hacer frente a sus propios ajustes e, incluso con la mala evolución que se pronostica en el segundo semestre, las ventas de automóviles se mantendrán en 2010 en cantidades parecidas a las de 2009; gracias precisamente al efecto de los planes públicos vigentes hasta julio. En conjunto, el automóvil dejará atrás un año pésimo con unas ventas próximas a los 950.000 vehículos, similares a las de 2009.

Los cambios fiscales deben ser analizados con cuidado. No basta con decir que el impuesto de matriculación es una antigualla que no existe en otros países o una reminiscencia del impuesto de lujo. Otras economías distribuyen de otra forma el esfuerzo fiscal de sus ciudadanos. Cuentan, por ejemplo, con impuestos de sociedades más elevados y efectivos que el español. Bien está que fabricantes y vendedores deseen tratar con el Gobierno sobre el futuro del automóvil durante la crisis; pero sería un error suprimir un tributo por el pánico que causa un mal dato mensual.

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