(CINCO DIAS.COM)
Pocos cargos públicos disfrutan de la potestad de diseñar el futuro a tres generaciones vista. Pero a Siim Kallas (Tallin, Estonia, 1948), máximo responsable de Transportes en la Comisión Europea, le parece lógico que su departamento haya publicado el lunes una estrategia de movilidad con 2050 como horizonte. "Los aviones y los barcos tienen una vida útil de 40 años y las infraestructuras de transporte tardan más de 10 años en plantearse", defiende el plan durante una entrevista en su despacho en Bruselas con Abc y CincoDías, solo unas horas antes de coger un avión para Madrid donde hoy asiste a Aerodays 2011, una conferencia a la que asisten más de 1.500 representantes del sector de la aviación.
Su Libro Blanco sobre el Transporte, en el que sugiere reducir el uso del tráfico urbano y en carretera en 2050, ha provocado el rechazo por igual de la industria del automóvil y de las organizaciones ecologistas. ¿Estamos ante una propuesta equilibrada o equivocada?
(Risas) Su insatisfacción es bastante moderada. Y por las críticas que he leído creo que algunas proceden de gente que no ha leído en detalle el documento. Se dice, por ejemplo, que vamos a prohibir los coches en el centro de las ciudades, lo cual no es cierto, entre otras cosas porque no es nuestra competencia. Lo que planteamos es un concepto como se hizo con el plan de seguridad vial que concluyó el año pasado. Tenía como objetivo reducir en un 50% las víctimas en carretera. No era por ley, pero se logró reducir en un 40% porque todos los países adoptaron medidas con el mismo objetivo. Ahora intentamos plantear un concepto en transporte, pero no vamos a proponer ninguna ley para regular el tráfico urbano porque sería un fracaso.
Pero la patronal del automóvil se ha mostrado muy preocupada con su propuesta.
No tanto, no tanto. Ellos ya están trabajando en la misma dirección, fabricando nuevos motores. Yo tenía un coche pequeño que consumía tanto como mi coche oficial en la CE, que es mucho más grande. Y se están desarrollando coches híbridos, eléctricos...
Ustedes proponen el abandono del coche y al mismo tiempo reconocen que no habrá fondos públicos para nuevas infraestructuras.
No estamos en una cruzada contra el coche. Debemos encontrar un equilibrio. Pero la congestión atascos y la dependencia del petróleo son los dos grandes problemas del transporte y en su raíz está el coche. El transporte público debe ser una alternativa atractiva, aunque en una familia, el coche continuará siendo, por ejemplo el principal medio de transporte en vacaciones. No queremos frenar la movilidad, sino mejorarla.
Eso nos lleva a la otra parte de la críticas, quienes les acusan de dejar para 2030 la reducción del tráfico y de las emisiones asociadas.
No hemos querido poner cifras concretas para 2020 porque no hubieran sido creíbles. Quizá sea un punto débil, pero hemos preferido hacerlo así, porque en transporte los cambios deben plantearse a largo plazo y el año 2050 no está tan lejos como parece.
Parece que mucho antes de esa fecha, los conductores tendrán que acostumbrarse a pagar por el uso de las carreteras.
Usuarios, son usuarios. Y la idea básica es que el sistema de infraestructuras tendrá que autofinanciarse porque no habrá tanto dinero público como antes. Todos los países ya van en esa dirección . Bélgica y Portugal, con peajes. Londres o Estocolmo cobran por circular por el centro de la ciudad. La tendencia irá a más.
¿Cada país podrá fijar sus propias tarifas?
Queremos un sistema de tarificación justo y que no favorezca a un modo de transporte sobre otro. Y la idea es armonizar los modelos de financiación, aunque las propuestas definitivas están ligadas a la negociación del nuevo marco presupuestario de la UE desde 2014.
¿Aceptará la opinión pública este concepto de pago?
Para lograr una mejor acogida, los peajes deben combinarse
